El amor se acaba como una cerveza. Empiezas deseándolo, lo disfrutas, te queda el vaso vacío y buscas otro cual persona sedienta. Así se les acabó el amor a Paula Echevarría y a David Bustamante, el matrimonio de las colonias de supermercado. Tal vez lo suyo fuera ya un vaso vacío de amor, como dicen los especialistas de la cosa rosa.
Da pena que se acabe el amor. Una se ilusionó con la boda de la que sería costurera de Velvet con el triunfito del andamio. Te ilusionas más cuando son padres. El amor existe, piensas, y es cierto que existe, pero se acaba. A David y a Paula se les acabó el amor como a la vecina del 5º. Ahora se reparten casas, coches, cuentas bancarias y a la niña Daniela, hija única y mimada.
El amor acaba en el reparto del negocio familiar. Es una sociedad anónima con derecho al fracaso. Después vendrán nuevas empresas, es decir, nuevos amores. Hay que seguir soñando con el amor. Seguro que Paula y David también seguirán soñando con el amor, pero por separado.
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