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sábado, mayo 23, 2020

Vecinos chivatos en el Estado de Alarma

​ Abundan los vecinos chivatos durante este Estado de Alarma sin fin. Son señores y señoras ociosos que se asoman a las ventanas de sus mini pisos vestidos con la envidia que caracteriza al español de raza, a ese castellano viejo del que nos hablaba Larra en sus famosos Artículos. El vecino envidioso sabe que no vas a la farmacia, sabe que no vas al médico, sabe que no vas al supermercado, sabe que no vas a la panadería, sabe que no vas a trabajar. Tú, según ese vecino justiciero que te mira con ojos inquisidores, estás incumpliendo el Estado de Alarma. Eres el culpable de que en España hayan muerto miles de personas por coronavirus.

 Las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado les dan crédito a las acusaciones de los  vecinos chivatos. Agentes de todos los  cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado bajo mando único del Gobierno de España corren veloces ante las llamadas de los chivatos de balcón. No importa que vayas a la farmacia a buscar esa medicina que necesitas o necesita algún familiar conviviente en tu casa. Eres culpable. Te ha condenado el justiciero de la ventana de arriba, ha tomado buena nota el agente de la patrulla sin escucharte a ti, pero escuchando muy bien al que desde la ventana grita que le pongan una multa.

 Esta es la España del Estado de Alarma, una España sin derechos fundamentales, una España en la que ha surgido un grupo de inquisidores de ventana en todos los barrios que atemorizan al vecindario normal. Somos muchos los ciudadanos que hemos evitado ir al supermercado necesitando ir a comprar alimentos por miedo al vecino chivato de turno. Somos muchos los ciudadanos que hemos dejado de comprar medicinas que necesitábamos por miedo al vecino justiciero que está en la ventana espiando la calle. Somos muchos los ciudadanos que callamos por miedo, pero no hay que callar. Hay que defender la Libertad con mayúscula, el derecho a salir a la calle sin que la Inquisición de los Balcones nos aterrorice.

 También hay ciudadanos que han pagado sanciones improcedentes, sanciones al dictado del inquisidor de ventana que grita póngale una multa a ese señor o a esa señora. El agente escucha al vecino, no te quiere oír cuando le dices que vas a la farmacia a recoger tu medicación para una enfermedad crónica, y propone una multa a la Delegación de Gobierno correspondiente. Después viene la multa. Yo lo he vivido. El viernes pagué 350 euros por la multa que le pusieron a un anciano de 75 años que iba a la farmacia por su medicación. No le dije nada a ese anciano. Es mi padre. 

 Pero quiero decirle al vecino chivato, al hombre que salió por la ventana de un tercer mini piso, amargado, rodeado de señora, niños, suegra creo y un perro con ganas de hacer pipi en la calle, que jamás olvidaré el daño que nos ha hecho. Mi padre estaba bien, iba tirando, hasta era un poquito feliz. Hoy mi padre está más enfermo, tiene miedo a salir a la calle, lo horrorizan los policías, maldice este país llamado España...

 Jamás olvidaré tampoco el daño que nos hicieron los Guardias Civiles, hombre y mujer, que escucharon la "sentencia" del justiciero de la ventana y escribieron una propuesta de multa. ¿Habrán recibido ya su comisión?... Dicen las malas lenguas que los agentes llevan un pellizco de la multa. 

 Jamás olvidaré tampoco la notificación en papel reciclado de una sanción por falso incumplimiento del  Estado de Alarma. Mi padre había sido sancionado injustamente, había sido sancionado por ir a la farmacia. Pagué la multa. Pero hubiera preferido darle los 350 euros en pronto pago al inquisidor del balcón, al  vecino chivato para que comprara unas cervezas y alegrara su amargada vida. 

 Te odio España. Te odio. Odio un país de chivatos. Odio un país de policías que ejecutan las sentencias de balcón. Odio un país en el que una persona normal es criminalizada por una sentencia de vecino chivato. Odio un país de Estado de Alarma eterno. Odio un país sin Libertad. Odio un país de pensamiento único. 

 Te odio España. Te lo repito, os lo repito a todos. Un país arrodillado ante los chivatos de balcón no es un país, es una cárcel. Es una mierda.

 Gracias por leer la vomitona. La necesitaba.

 María Rey
 La Coruña

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