Tamames, viejo profesor y joven político, llegó al Congreso de los Diputados a despedirse casi de la vida con una moción de censura con el cuño de VOX. Atrás quedaban sus tiempos de comunista, su rebeldía adolescente y unas ideas olvidadas gracias a la erosión que es la vida.
Enfrente estaba Yolanda Díaz, la ministra de Trabajo que vino a Madrid desde Galicia, recordando una Constitución sin Madres, acordándose de todas las mujeres que no nombraba Tamames y enumerando los logros del Gobierno del que forma parte.
La moción de censura fue eso: un enfrentamiento entre el profesor ex comunista y la alumna hija de obrero sindicalista. Pedro Sánchez habló mucho sin brillar. El resto de políticos portavoces hablaron por decir algo y no decir mucho ante el respeto que todos tenemos hacia los ancianos.
Aquello que estaban celebrando en el Congreso de los Diputados era como Cuatro bodas y un funeral. Temí por Tamames. Verlo a punto de soplar la tarta de su noventa cumpleaños tras levantarse del sillón donde se recostaba, daba miedo. Encima el buen hombre se quejaba de los discursos largos. Encima hablaba poco. Encima no reía nada. Encima lo habían vestido con un traje que no conoció buen sastre. El martes 21 de marzo el teatro del absurdo estaba en el Congreso de los Diputados.
María Rey
Economista
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