Andan ahora los del nuevo gobierno de las Españas con el tema de la eutanasia en una ley que intentan aprobar pese al PP y a VOX, dos partidos católicos y anclados en el pasado. En una España donde, de puertas adentro, la gente está cansada de sufrir, la derecha se enroca en un sí a la vida que casi no entiende nadie cuando está limpiando culos y dando papillas.
El amor se te acaba. Eres una cuidadora despreciada por la sociedad, despreciada por la familia, despreciada por ti misma. No, no vale la pena cuidar a nadie. Te miras al espejo y ves como has envejecido, como te has olvidado de ti, como has perdido amistades, vida social. No has ganado nada que no sea sufrimientos.
Cuando aprueben esa ley de la eutanasia, igual que en Holanda, habrá muchas peticiones de eutanasia. Habrá muchas mujeres, muchas cuidadoras que mandarán a tomar por saco a esa persona que la ves en la cama odiándote, en vez de agradecerte que le limpies el trasero, que la duches, que le des sus purés, que la abraces, que la acaricies. Habrá muchas cuidadoras que no tendrán que ir al médico de cabecera a pedir por favor una pastilla para poder aguantar tanto dolor, tanto desprecio social, tanta miseria. Habrá muchas cuidadores, señores del PP, señores de la derecha, que tiraremos la toalla.
No, no merece la pena cuidar a nadie. Lo sé cuando me miro al espejo todas las mañanas y no me reconozco. Soy una vieja de cuarenta años. Mi vida ha sido un asco. Tal vez hubiera sido distinta si hubiera tenido una palabra de cariño, un gracias, una mirada de admiración por arrodillar mi vida ante mi madre, un gracias hija. No tuve nada de eso. Nada. Ni siquiera de los familiares. Ni siquiera del Gobierno. Ni siquiera de la sociedad.
Por eso no quiero ser yo la mujer que desde una cama mire con odio a un cuidador. No quiero que nadie renuncie a su vida por mí. No quiero que nadie sufra por mí. Por favor, aprueben la eutanasia ya. Dejenme ser libre cuando no pueda decidir que quiero seguir siendo libre.