Hoy, martes 16 de agosto de 2022, presenté mi tercera queja ante el Defensor del Paciente del CHUAC. Esta vez por el pésimo trato que está recibiendo mi padre en Hospital de Oza de A Coruña por parte del personal sanitario de enfermería y ATS.
No haces nada me dicen muchos. El personal sanitario, desde el médico hasta el último ATS, se tapa. Lo sé y sé que es políticamente incorrecto enfrentarse a ellos, decirles que están hundiendo la Sanidad Pública con cada pañal sucio que se niegan a cambiar, con cada "no" que dan al paciente que toca el timbre pidiendo ser llevado al servicio, con cada paciente atado a una silla de ruedas como un animal de circo, con cada mala contestación, con cada movimiento brusco en pacientes encamados, con cada comida que dejan lejos del alcance del paciente, con cada aseo a golpes... El personal médico está hundiendo el sistema sanitario público convirtiendo el servicio de urgencias del CHUAC en un reparto apurado de informes de alta con excusas irreales, en vez de diagnósticos reales.
Mi pesadilla empezó el pasado 16 de julio. Llegué con mi padre a las Urgencias del CHUAC con 38,5 ºC de fiebre. Le dan el alta hospitalaria con 39 ºC. Mi padre es diagnósticado de Covid.
El segundo ingreso de mi padre en Urgencias del CHUAC se produce el mismo día 16 de julio. La fiebre no remitía, los dolores eran inaguantables. Vuelven a darlo de alta. El diagnóstico sigue siendo Covid.
El tercer ingreso en Urgencias del CHUAC tiene lugar el día 20 de julio con los mismos síntomas. La lucha contra la fiebre ha sido desesperada. Noches sin dormir. Tomas de temperatura constantes. Un hombre de 78 años roto de dolor en una vivienda en la que solo estoy yo, su hija, haciendo experimentos con paracetamol, en una lucha sin cuartel contra la fiebre.
La misma doctora que lo había visto el día 16 lo diagnóstica de Covid, artaglia mano izquierda, sinovitis y lo da de alta. Le manifiesto mi preocupación por esa mano hinchada. ¿Será un problema cardíaco? ¿Le estará dando un ataque? La doctora contesta airada que mi padre no va a morir ese día y que no tiene ninguna angina.
Al día siguiente, el día 21 de julio, mi padre está mucho peor. ¿Y yo? ¿Cómo estoy yo? A nadie le importa. Nadie me ha preguntado si vive más gente en casa, nadie se ha preocupado por mi salud, a nadie le ha importado que yo me pueda contagiar de Covid cuidando a mi padre.
Ese día 21, al límite de mis fuerzas, escribo en un papel los síntomas de mi padre y voy a la consulta de la médica de cabecera. Me dice que le preocupa que mi padre lleve varios días sin orinar. Por eso llama una ambulancia para que lo vuelva a llevar a Urgencias del Chuac.
En este cuarto ingreso en Urgencias a mi padre le descubren, en una prueba que le hacen en la planta de Neurología, un ictus. Mi padre había sufrido un ictus hacía días. No se le había puesto tratamiento. Quedarían secuelas. La doctora de Neurología decide ingresarlo unos días...
Entonces supe que tenía que contarlo. No por mi padre ni por mí, sino por los demás. Por cada paciente ingresado en Urgencias que es tratado como trataron a mi padre. Por cada hija, hijo, esposa, esposo, padre, madre que va para su domicilio con su familiar mal diagnósticado en ese afán del médico/a de turno de ser la voz de su amo, la voz del político que está ordenando desde su poltrona que se nos trate peor que a los animales del matadero.
Tengo que contar lo que vi en las Urgencias del Chuac. Tengo que decir que, enfundada en una bata de plástico verde, sentada al lado de mi padre, asistí horrorizada al reparto de altas a pacientes casi moribundos. Tengo que decir que mi padre fue arrastrado fuera de Urgencias hasta un taxi Covid que lo llevaba de vuelta a casa. Tengo que confesar mi desesperación de aquellos días de noches sin fin y horas infinitas.
Lo tengo que decir por las mujeres que no pueden decirlo, que no se atreven, por esos familiares que han luchado contra la fiebre del covid abandonados por médicos indignos, por los pacientes que han sufrido una negligencia médica tapada con el "todo es covid".
Supe que tenía que contarlo para defender la Sanidad Pública como ciudadana de este país, como economista de profesión, como voluntaria de la Asociación española por la Igualdad de género "Genus Aequalitatem".
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María Rey
Economista
Un divertido brazalete de tela que nadie te quiere robar. Un cubreasas de tu viejo bolso de playa. Un top con distintas formas para que todo el mundo piense que tienes varios y no sólo uno. newyorkchic1.blogspot.com |