Vivir a crédito. Este es el tipo de vida que llevan los clientes que demandan préstamos de las entidades financieras y de quienes les dejen el dinero. Son personas con educación financiera nula. No han tenido el ejemplo de unos abuelos que estiraban el pie según era la manta y de unos padres que hacían lo mismo.
Las entidades financieras se aprovechan de la propensión al endeudamiento de este tipo de personas. Primero los llaman ofreciéndoles créditos preconcedidos. La respuesta de estas personas es sí. El dinero les hace falta para ese negocio, esa reforma de la vivienda hipotecada, ese nuevo coche, esos estudios universitarios del hijo, ese viaje a Benidorm. Una vez que aceptan un crédito, un préstamo, otro más, una tarjeta, otra y otra y otra... vienen los problemas desencadenados por el coronavirus de turno, que podría ser despido por cualquier motivo.
Afortunadamente, aparece para salvarlos Raúl Castañeda. No gratis, por supuesto. Raúl tiene que pagar abogados y mantener su negocio de hacer negocio con los estafados por entidades financieras de todo pelaje. Este buen hombre recupera mucho dinero, muchos intereses de usura. Pero el problema va más allá.
El problema de estos pobres diablos que caen en manos de los Cofidis de turno es vivir a crédito. Son personas que se endeudan para hacer regalos en Navidades o para esa primera comunión del niño que tiene que ser en un restaurante y tener unos payasos que hagan reír a los niños. Si no hay educación financiera poco pueden hacer los Raúl Castañeda de turno. Lo único que hacen es ganar dinero ayudando a los que volverán a necesitar ser ayudados.
María Rey
Economista
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