A nuestros políticos les gusta la buena vida. Sólo hay que fijarse en las vidas de lujo que llevan los dos últimos ex Presidentes del Gobierno arrimados a la sombra de ricos millonarios. Entran en el cargo con poco para lucir y salen con un generoso pan que ya no traen ni los niños que vienen de París.
ZP, a pesar de declararse un Presidente rojo y andar buscando una memoria histórica que lo reafirme en el rojerío nacional, también se suma a la buena vida, incluso antes de dejar el cargo. ¿Qué mejor sitio donde vacacionar que el el lujoso palacio de La Mareta? Lejos quedan los días donde se conformaba con un humilde apartamento prestado por una prima en Porto do Son. Tan lejos que ni siquiera no se acuerda porque él, como todos los cargos públicos, tiene grandes ambiciones para su persona.
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