Hay personas que parece que nunca van a irse, que forman parte del paisanaje nacional que sale en los medios de comunicación y a las que te acostumbras a tener en el telediario durante la cena. Una de esas personas era Doña Loyola de Palacio. No pasaba desapercibida ni en el Gobierno Aznar ni en la Comisión Europea. Muchos recordamos frases memorables suyas que dieron que hablar en su momento.
Ayer nos sorprendía la noticia de su fallecimiento. Pensábamos que la enfermedad no iba a poder con la valentía de la señora de Palacio. Saltaba a los medios la noticia y empezaban a llegar las alabanzas desde dentro de su Partido y desde los restantes Partidos del arco parlamentario. La muerte nos hace buenos para todo el mundo. Cuando una persona se muere surge rápidamente la hipocresía cristiana recordando lo bueno del difunto.
Yo de doña Loyola destacaría sobre todo la sencillez. Pertenecía a esa clase de políticos, al margen del partido en el que militen, que te inspiran respeto. Nada de perder la cabeza en la moda ni en los lujos. Simplemente se dedican a su trabajo con mayor o menor acierto pero huyen de las frivolidades mundanas que siempre están de más y llevan a que algunos "no llegan a fin de mes" ni con grandes sueldos.
Descanse en paz.
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