Esta Semana Santa ha saltado a la opinión pública el caso de los curas de San Carlos Borromeo. Se quejan estos señores, ordenados sacerdotes, de que monseñor Rouco les cierra la parroquia a ellos, que tanto hacen por los pobres. Nada tengo que objetar sobre su sistema de caridad, pero reconozco que sus Eucaristías de rosquillas me escandalizan.
A mí, el cuerpo de Cristo en pastelería no me convence. ¿No creen estos individuos curas que las normas existen por algo?... ¿Se imaginan que cualquier ciudadano asistiera a su puesto de trabajo en pijama argumentando que trabaja más cómodo con tal atuendo? ¿Se imaginan que un médico atendiera a sus pacientes sin bata blanca por eso de que el uniforme sanitario causa temor a mucha gente? Y siguiendo con los ejemplos, ¿se imaginan que en los hospitales cambiaran las botellas de agua por botellines de cerveza en el menú de los enfermos?
Las misas hay que celebrarlas a la usanza que marca la costumbre y el Vaticano. Nada de rosquillas de romería y curas sin casulla con pitillo en la mano en el altar. O se está dentro de la Iglesia universal o se está en una secta. Los curas de la parroquia de Entrevías en Vallecas parece que estaban inventando su propia secta.
Que nos se quejen porque monseñor Rouco les cierre el chiringuito que habían montado. Ellos mismos se lo han buscado con misas que nada tenían de Eucaristía. ¿Qué hacían mucho por los pobres? Pueden seguir haciendo toda la caridad que quieran, pero sin pseudomisas bajo el amparo de la Iglesia.
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