Andaba el asesino de Diana Quer suelto con conocimiento de una policía que decía saber quien era, pero que no lo detenía. Tuvo que intentar secuestrar a otra pobre chica para que la Guardia Civil y la ley de los jueces le cayera encima a este bala perdida que era más asesino que un lobo suelto. Bueno, hay que decir todavía presunto asesino. Este tal Chicle ha reconocido su crimen, pero, mientras no haya una sentencia que lo condene, tenemos que ponerle delante el adjetivo presunto. Así de respetuosas son las leyes con los asesinos en este país nuestro.
El tal Chicle tenía esposa, hija, padres, hermanos, una cuñada que lo había denunciado por agresión sexual y unos vecinos que conocían las andanzas confesables del delincuente del pueblo. También conocía esas andanzas la policía. Y los jueces. Pero hasta el momento de repetir el rapto de una chica en Boiro, no pensaron en meterlo en la cárcel. Le dejaban robar gasolina, trapichear con drogas, conducir sin carné... Hay delincuentes que lo son porque les permiten serlo. Este era el caso del Chicle.
Ahora José Enrique Abuín Grey está en la prisión de Teixeiro, incomunicado, con una esposa que no lo defiende y un abogado que todavía lo defiende. La demás familia anda dividida entre el no me lo creo y el sí me lo creo. Digo está en prisión porque de la cárcel este elemento sale o antes o después. Pasarán los años y lo tendremos paseando por Camariñas o por donde se le antoje. En España no hay cadena perpetua para los asesinos que dicen los psicólogos que no se rehabilitan sino que se reafirman en el delito. Por lo menos, podrían decirnos cuando salen de la cárcel, cuando los podemos encontrar en una fiesta de un pueblo buscando la siguiente víctima.
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