Las muertes no son todas iguales en los medios de comunicación porque hay muertes que dejan de ser noticia por su escandalosa frecuencia. ¿Qué ha habido otro atentado en Pakistán? No es noticia. La noticia es que hayan asesinado a Benazir Bhutto, una señora que esperaban por aquí que ganará las elecciones para ser primera ministra de su país por tercera vez. Pero Al Qaeda no permitió que esta mujer tocada por un velo caído ganara las elecciones.
En Pakistán anda la cosa entre unos terroristas de Al Qaeda y unos militares que encabeza Musharraf. O fanatismo o militarismo. La señora Bhutto era la alternativa intermedia, pertenecía al clan familiar de padres y hermanos más enamorados del poder que los reyes con dinastía. ¿Qué tendrá la política que los vuelve locos? Porque loca por el poder tenía que estar doña Benazir para tirarse de forma suicida a la campaña electoral y no irse tras el atentado sufrido el pasado 18 de octubre del que salió ilesa. La muerte no es como el cartero; avisa una vez y siega la existencia la vez siguiente. A la señora Bhutto se la llevo a la segunda. Pero se la llevó haciendo lo que le gustaba: política. ¡Menudo consuelo para los tres hijos que deja huérfanos!
También queda medio huérfano su país, aunque huérfano de democracia verdadera seguiría sin este trágico atentado y con la difunta viva y triunfante en las elecciones. La democracia no es cosa de los políticos sino de la sociedad, y hay sociedades que no tienen valores democráticos porque no pueden tenerlos. Hay demasiado Alá en Pakistán, demasiado clérigo amenazando con las leyes divinas en la mano, demasiadas costumbres axfisiantes. Se necesita más que una mujer con vocación política contagiada en la casa familiar para que la democracia verdadera llegue a un país musulmán. Se necesita el triunfo del hombre y de la mujer sobre la religión. Se necesita una sociedad que meta a Dios en el templo y le exija al César que sea laico en su papel de político.
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