Los ricos no saben el precio del café, ni del pan, ni de ninguno de los alimentos básicos. Desconocen los precios, porque ni hacen la compra ni sufren escasez económica.
¿Y cómo se llega a ese estado de gracia? Por herencia, por pelotazos y dicen que también por trabajo honrado. Esto último lo dudo. Lo que sí empiezo a creer es que se llega a la despreocupación por la inflación escalando la montaña de la política hasta la cima. Ningún Presidente salido de la Móncloa ha regresado al trabajo que desempeñaba antes de que los ciudadanos con nuestros votos los hiciéramos nuevos ricos. El resto de los políticos con altos cargos, (entiéndanse Ministros, Presidentes de Comunidades Autónomas, Conselleiros y Consejeros, Alcaldes, etc) tampoco han vuelto a sus anteriores ocupaciones, exceptuando al señor Anguita que volvió a las aulas de un instituto de Córdoba antes de jubilarse, y ahora aprovecha la jubilación dando conferencias y escribiendo libros.
El señor Zapatero nos demostró ayer que ha entrado en el club de los nuevos ricos: no sabe cuánto cuesta un café. ¿Ochenta céntimos? Que me diga cual es la cafetería donde sirven el sabroso líquido a ese precio. Aunque sea en Madrid, la información me sería valiosa para cuando tenga a bien pasarme por la Villa y Corte.
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