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miércoles, mayo 16, 2007

1933 años para el anestesista Maeso

 Tenía el doctor Maeso poco de doctor y mucho de villano y los sabían sus compañeros de profesión y de trabajo, pero se impuso la ley del silencio y callaron. El anestesista siguió probando drogas y anestesiando a los pacientes, que sin saberlo, en vez de estar en el quirófano estaban en el club de la jeringuilla compartida.
 
 Es un caso tremendo el del tal Maeso, tremendo porque el individuo de la bata era asquerosillo hasta en el quirófano, y tremendo también porque médicos y enfermeras que conocían sus debilidades nada hicieron para salvar a los pacientes de sus garras asesinas. ¿Y se acordó la Justicia de pedirles cuentas a los encubridores del anestesista? No. Por lo menos deberían darnos una lista con sus nombres para que huyamos de ellos por si están encubriendo a otro portador de jeringuillas envenenadas con hepatitis C.
 
 Los médicos, como los jueces, parecen sacados del bombo de la lotería por una mano inocente. Puedes alabarlos o maldecirlos según el que te haya tocado en el sorteo. A los pacientes del individuo Maeso les tocó uno para acordarse de él durante los veinte años de cárcel que no va a cumplir y los 1933 que le sumaron en una suma que promete mucha resta.



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