Don Mariano dejó a su aspirante a heredero sin posibilidad de aspirar a Diputado. La ambición se considera un pecado en nuestro país. Todos lo sabemos menos el señor Gallardón, un niño bien de la derecha al que no le ha dicho nadie a tiempo eso que nos decían a los niños con menos mimos: "no se dice lo que se quiere".
Yo aprendí a no pedir a edad infantil. Si pedía una Barby nuevo modelo, no me la compraban; todo lo más me la prometían para Reyes. Nadie le rezó a los Magos más que servidora en su día. Don Alberto también debió haber dedicado sus esfuerzos a rezar a los Reyes de Oriente por un hueco en las listas del PP, en vez de darle con el mazo de la autopropuesta a su jefe. Seguro que le habría cantado el gallo del sí pasadas las Navidades y olvidados los turrones.
Ahora dice don Alberto que se va de la política. Eso de se alcalde de la villa y corte es poca cosa para el español con más antojos de convertirse en presidente del Reino completo. Que no desespere don Alberto. Aún está a tiempo de ser Diputado: en el nuevo partido de doña Rosa Díez pueden contratarlo. ¿No han fichado al ex cuñado de la infanta Elena? Pues, puestos a comparar al señor Gallardón con el señor de Marichalar, muchos electores preferirían votar al ambicioso alcalde antes de darle el voto al artista de la moto acuática, que cruza los océanos como yo cruzo las carreteras con semáforo en verde: sin ninguna dificultad.
En fin, dice el refrán que no hay mal que por bien no venga. No sé cuál puede ser el futuro bien que le regalará la providencia a don Alberto, quizá un éxito rotundo en los negocios. ¿Por qué no? Cuando se cierra la puerta a la ambición en la política se abre la puerta principal de esas empresas que pagan grandes sueldos a los políticos sin cargo, y viceversa. Los excedentes del capital humanos directivo encuentran ubicación en las listas del Partido Popular. Por ejemplo el señor Pizarro, quien pasó de la Endesa vendida a ser segundo, tras el señor Rajoy, en las listas del PP madrileño.
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