Hay trabajadores afectados por un ERTE que trabajan. No les llega lo que le dan o lo que todavía no cobran y van a la economía sumergida a buscar dinero rápido. España es así. Y los países del resto del mundo no quedan atrás. La economía sumergida existe en todas partes porque es dinero fácil, dinero que te pagan sin papeleo, sin necesidad de hacer contratos de trabajo ni pagar seguridades sociales e impuestos.
Los de los ERTES andan trabajando para la empresa del ERTE, en algunos casos, y por su cuenta en la mayoría de los casos. Hacen chapuzas y esas cosas que todos hacemos para llegar a fin de mes. La ministra de Trabajo pone el grito en el cielo. Ellos, los del Gobierno, mandan a los inspectores de Hacienda para controlar que los del ERTE no trabajan mientras las empresas que los pusieron en el ERTE no reanudan su actividad.
Más pondrá el grito en el cielo la ministra Yolanda Díez cuando, en el duro otoño que se avecina, las empresas con ERTES digan adiós a su actividad empresarial. Los trabajadores del ERTE pasarán a ser parados de verdad, cobrarán paro, se les acabará el subsidio de desempleo y pasarán a engrosar la abultada lista de los ciudadanos y ciudadanas que cobran la renta mínima vital. La economía es así de jodida. Una se alegra de que exista la economía sumergida, la chapuza, la casa que limpias, la venta de caramelos en los semáforos,... Gracias a esa economía B muchas personas pueden comer en un pan para hoy y hambre para mañana. Pero mañana, como bien decía Keynes, todos muertos. Sólo hoy importa.
María Rey
Economista