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Entre la multitud que se concentraba en la Plaza de Colón madrileña se alzó una voz clara y contundente sobre el estrado preparado para la ocasión tocando la conciencia con las verdades de una hermana que enterró a su hermano y a su cuñada asesinados por la banda terrorista ETA. Era Teresa Jimenez -Becerril exponiendo sus motivos para que el Gobierno del señor Zapatero no claudique en una negociación ante los asesinos etarras. Sus palabras sencillas y claras tocaban el corazón y te hacían sentir avergonzada de la cobardía de desear la paz sin pensar en el precio. Todos deseamos la paz. Pero no podemos meternos en la cueva del egoísmo cobarde mirando para la otra acera donde no hay víctimas porque no hemos tenido la desgracia de haber vivido la lacra del terror en primera persona. No debemos permitir que el Gobierno de ZP haga concesiones a los terroristas que de haber sido hechas por anteriores Gobiernos habrían evitado casi mil muertos inocentes a cambio de una paz sujeta a la dictadura del miedo.
La señora Jimenez-Becerril preguntaba cómo explicar a sus sobrinos que sus padres habían sido asesinados por lo que el señor Zapatero está dispuesto a concederles a los que dieron la orden de apretar el gatillo para dejarlos huérfanos. No hay explicación posible. La cobardía de un Gobierno nunca es explicable. La cobardía de un país es siempre condenable.
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