El señor Milingo ya no es arzobispo emérito de Lusaka (Zambia), ni siquiera católico sobre el papel. Ha pecado don Emmanuel y el Papa Ratzinger no le perdona el pecado matrimonial.
Juan Pablo II arregló el mismo pecado de monseñor Milingo recluyéndolo en el convento Zagarolo. Pensó el anterior pontífice que la cercanía física de la oveja descarriada a la curia vaticana la encaminaría al único amor a Dios.
Pero Cupido es poderoso. Don Emmanuel se acordó de la esposa coreana que militaba en la secta Moon y cruzó el Atlántico para predicar en EEUU el matrimonio para clérigos.
Don Benedicto perdió la paciencia. No era para menos. Monseñor Milingo ya ordenara cuatro sacerdotes casados y si lo dejaba acababa llenando la patria de Mr Bush de curas católicos casados. En un par de años finiquitaría con el celibato por la vía práctica.
¿Es pecado el amor matrimonial? No me lo parece. Creo que el Papa se pasó cuatro pueblos excomulgando al señor Milingo. Bastaba con que le quitara el título de arzobispo por desobediencia, y que reflexionara sobre la posibilidad de dejar el celibato en una opción personal de los sacerdotes y no una obligación. Con un razonamiento simple don Benedicto llegaría a la conclusión de que Dios no quiere sacerdotes solteros sino sacerdotes ejemplares.
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