La ambición no tiene límites pero hay ambiciones que son sanas, por ejemplo la de la senadora Hillary. Es difícil ser mujer en este mundo si te pones metas que no sean la reproducción de la especie y el amor al varón, que te debe durar toda la vida, porque no sé quién ha dicho que hemos venido a este mundo para formar una familia y amarnos los unos a los otros a ratos.
Doña Hillary debió haber sido ya presidenta de Estados Unidos, pero por eso de que en América son muy puritanos, y en otros continentes no puede el personal presumir tampoco de no serlo, le tuvo que dejar la primogenitura de la Casa Blanca a su santo esposo que nada tenía ni tiene de santo. Ahora le toca. ¡Ya era hora!
Mal anda el país americano entre guerras que pierde una vez ganadas con bombazos y odios que despierta. La señora Clinton quiere que los respeten. Una buena meta para un país. También quiere retomar de alguna manera su proyecto fallido de sanidad para todos. Falta les hace a muchos ciudadanos americanos que no se pueden permitir los carísimos seguros que enriquecen a las aseguradoras, tan capitalistas ellas y tan inhumanas también. Siempre los capitalistas (no confundamos capitalistas con capitalismo) fastidiando al Pueblo. La primera vez tiraron por tierra el proyecto sanitario de doña Hillary; esperemos que esta vez, si llega a la Casa Blanca, sea ella la que les ponga el cascabel.
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