Viendo el caos de Barcelona estos días de apagón eléctrico se pregunta una cómo era posible que nuestros antepasados relativamente cercanos vivieran sin electricidad. ¿Cómo podían trabajar sin enchufar el martillo eléctrico o la caja registradora? Pues trabajaban. Trabajaban mucho más que nosotros. Las cuentas se hacían con papel y lápiz, los animales tiraban de los arados, la fuerza humana se aplicaba donde la fuerza animal no llegaba o no existía. Hasta lavaban la ropa a mano y planchaban con unas precarias planchas de carbón. Tanto trabajaban nuestros antepasados que no me extrañaría que no echaran de menos la televisión, todavía sin inventar, para animar sus breves momentos de descanso.
Pero era otro mundo muy distinto el suyo. No había edificios de tantas alturas ni un tráfico de coches que precisara semáforos. En este mundo nuestro, necesitamos una serie de servicios imprescindibles para tener una mínima calidad de vida, y todos esos servicios bailan sobre el delgado cable eléctrico que puede llevarnos a la comodidad o al caos absoluto si no se hace una reparación a tiempo.
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