Mirando la sección de novedades en las librerías llegas a la conclusión de que para ser escritor en nuestro país hay que tener un premio. Sobre las portadas de los libros de literatura española, en idiomas oficiales y propios, abundan los papelitos de "premio de lo que toque".
Los premios tocan como los regalos de la tómbola, pero con menos azar. Se reunen cuatro y deciden a quien le tocan los millones del premio y de las ventas que implica el galardón. Ayer en Barcelona los millones del codiciado Planeta fueron a parar a Juan José Millás y a Boris Izaguirre, escondidos tras seudónimos ellos y sus libros, pero conocidos de antemano por los quinielistas. Este año tocaban escritores mediáticos para promocionar la editorial con libros seguramente peores que muchos de los presentados al premio. ¿A quién le importa la calidad? A las editoriales no, desde luego. Los editores están por el negocio del libro, por las ventas fáciles. El mecenazgo no es lo suyo. Que haya escritores desconocidos soñando con la fama de sus letras no le importa al señor Lara ni a ningún señor con editorial. Ellos van a lo rápido, al escritor con libros publicados y al escritor salido de "Crónicas marcianas".
Todo esto lo bendice el ministro de Cultura con su presencia. Seguro que el señor Lara se lo paga con un premio de poesía cuando el señor Zapatero lo cambie por el siguiente o cuando el electorado cambie al señor Zapatero por otro Presidente. De momento, "El mundo" (no confundir con el "mundo" de Pedro J.) y "Villa Diamante" son las obras ganadora y finalista del premio Planeta de este año. Para el próximo año vayan haciendo quinielas, pero descarten a los autores desconocidos. Esos no cuentan para las editoriales. Contarán cuando salgan en la telebasura.
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