El Premio Príncipe de Asturias de las Artes recayó en el cineasta manchego Pedro Almodóvar tal como se preveía porque motivos había para concedérselo aunque a veces los jurados de los premios cogen la ruta del capricho y se lo conceden a quien no lo merece tanto.
Es don Pedro un señor que no deja indiferente al personal: o te gusta su cine o lo detestas. Dicen que gusta más en el extranjero que en España y debe ser cierto si miramos sus galardones. Haciendo bueno aquel dicho de que "nadie es profeta en su tierra" se podría decir que el señor Almodóvar no es el profeta de la Academia de Cine española. Quizá porque, a diferencia de sus compañeros de profesión, sus películas resultan taquilleras. Don Pedro sabe vender la burra al espectador. Cuando sale su película del horno ya ha gritado a los cuatro vientos que viene un nuevo film Almodóvar y la gente corre a las salas de cine para poder hablar con conocimiento de causa el lunes en la oficina. Sabe vender don Pedro en la tienda del cine patrio que no atrae al público. Sólo por eso ya merece un Premio Príncipe de Asturias.
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